31/10/10
lo necesario (comienza hoy, acá)
- mapa
- susurrador (listo)
- hojas y birome (listo)
- dinero
29/10/10
Madariaga
20/10/10
It's Revolution, baby
10/9/10
Había una vez un Jairo llamado Niño
(este texto forma parte de Tributo a la alegría - ColorSusurro, homenaje a Jairo Aníbal Niño)
A Jairo Aníbal Niño, queridísimo poeta colombiano y niño.
Nació en una Ciudad Dulce de Colombia, más conocida como Moniquirá, el 05 de septiembre de 1941. Jairo tuvo múltiples y variadas ocupaciones: fue niño, adolescente enamorado, ayudante de mago, camionero, pescador de estrellas, titiritero, trapecista de reflejos, director teatral, dramaturgo, encantador de pájaros, actor, poeta y astronauta de los tiempos.
En realidad, Jairo no escribía, sino que los cuentos lo visitaban a él. Llegaban por la mañana con una flor bajo el brazo, o en noches de lluvia, tiritando de frío y de cuentos. Jairo los recibía muy amablemente, les decía: “¡hola cuentos!” y entonces las palabras flotaban por el aire como avioncitos de papel hasta aterrizar en el corazón de Jairo. A lo largo de los años, muchos cuentos y poemas peregrinaron hasta su casa. Pero Jairo no conservó toda esa magia para sí mismo, abrió puertas y ventanas, se quitó los anteojos, inspiró profundamente y sopló fuerte, muy fuerte, para que los cuentos-poemas-avioncitos viajaran por toda Colombia, y luego por toda América Latina, hasta llegar a los rincones más recónditos posibles: el bolsillo de un niño enamorado, un libro de matemáticas, una biblioteca de barrio o la espiral alada de un susurrador.
Según Jairo, en las profundidades de los tiempos, un grupo de niños decidió hacer una carrera hasta la luna. Aquél que llegara primero sería el hombre más feliz de la Tierra. Quizás Jairo se nos ha adelantado en esa carrera. Por eso, a la noche, y con un poco de suerte, al levantar la vista podremos divisar su cabellera blanca alejándose con rapidez en dirección a la luna.
antü |seis
23/8/10
E1
El viaje continúa sin sobresaltos, suben unos skaters y después dos chicos con banderas de Talleres. Cuando vamos llegando al estadio nos paran unos policías. El colectivo se detiene a un costado; los efectivos suben y los hinchas (en su gran mayoría chicos y chicas adolescentes) bajan para ser cacheados. El trato de los policías para con los “sujetos sospechosos” es despectivo y un tanto prepotente, el criterio para decidir quién es revisado y quién no, totalmente arbitrario: portación de cara. Pasados unos minutos, los simpatizantes de Talleres suben de nuevo al colectivo. Casi nadie les devuelve el asiento, ni siquiera a un hombre bastante mayor que venía viajando sentado. Recorremos unos absurdos cien metros y nos detenemos frente al Chateau. La mayoría de los pasajeros descienden, dejando el colectivo prácticamente vacío.
Me siento delante de los skaters y escucho que suspiran, como aliviados. “Son negros de mierda”, dice uno de ellos. Y luego argumenta: “Porque ser negro es algo que se elige, y a estos negros les gusta que los pare la policía”. Como no quiero seguir oyendo la conversación, me mudo a uno de los asientos de atrás y desde allí observo a los demás pasajeros. Un chico vestido con ropa deportiva de tenis saca su iPhone y sintoniza el partido, que está por comenzar.
17/8/10
Para una eventual despedida de mis seres queridos
Correr para despedirse, no llegar, quedarse con el chau atragantado en la palma de la mano... a veces pasa, la gente se queda con la sensación trunca y la mano en el aire que se enfría sola.
Pero ¿por qué este ritual de poner nombre a un océano de personas y de tiempo que se abre entre nosotros? Parece no ser suficiente con vos allá y yo acá, hay que sacar pañuelos de los bolsillos para agitarlos en señal de adiós, mirarnos y hablarnos como si nunca más, descorrer a la persona ausente de cada uno del os rincones que habitó.
Una vez leí en una biografía (de Gandhi) que los hindúes no creían en las despedidas, o mejor dicho, ellos no decían Hadiós, porque conocer a una persona implicaba llevarla en el espíritu para siempre. Creo que me gusta como piensan los hindúes de ese libro, y por eso quizá sea más saludable decirnos hola de vez en cuando, aunque estemos en continentes diferentes. Simplemente podríamos asomarnos a la ventana y deslizar un: - hola. Probablemente haya alguien del otro lado, en algún otro lado, capaz de devolvernos el saludo.
13/7/10
"huir sin dejar rastro"
Suertes
Ni siquiera esperar el cara o cruz..
Azar es atrapar la moneda en el aire
y huir sin dejar rastro.
1/7/10
ene cinco
Porque algún día había de volver (?)
(07/05)
Me subí por equivocación a un N5. El colectivo da tantas vueltas que no tengo la menor idea de dónde estoy. Cada tanto pasamos por una avenida conocida, pero inmediatamente después el chofer gira el volante como si abriera la compuerta de un dique, y el colectivo se retuerce como un gusano de metal, internándose por otra callecita que tampoco conozco.
Miro a través de la ventanilla las casas apagadas y sus jardines impecables, los autos nuevos y los árboles prolijamente podados. Observar la ciudad a la madrugada resulta tan intrigante como contemplar a una mujer cuando duerme. Tengo sensaciones entremezcladas: por un lado, la emoción de estar recorriendo lugares desconocidos; por el otro, un poco de nerviosismo porque no sé cuándo ni dónde llegaré a destino. No importa, sobreviven la emoción y la intriga; a veces la mejor manera de conocer una ciudad es perderse en ella.
20/4/10
Dedicatoria para un nadie, un alguien
Hola, ocasional transeúnte. Este libro (Fedra, de Jean Racine) pertenece al Movimiento Libro Libre Argentina; bah, en realidad este libro se pertenece a sí mismo, a sus palabras, al tiempo. Por eso es que tuvo que escapar de su último lector, porque contrario a lo que se dice por ahí, las palabras no nos pertenecen; tampoco la literatura, ni el Harte, ni el mundo.
16/4/10
Proyecto para un Manifiesto Terrorista
Intentando responder al interrogante inicial, puedo dejar que mis poemas ardan en el vacío, no obstante, no evitaré la tala de árboles, menos el avance de la manufactura papelera. En definitiva, somos capaces de escribir cualquier cosa y sin duda tendremos la posibilidad de publicar después. Pero esa acción jamás será inocente; en donde sea, todo el tiempo a nuestras espaldas correrán ríos mudos de sangre. Al menos tendríamos que ser conscientes de este crimen que cometemos constantemente. No puede haber mejor motivación: nos obliga a escribir con un estado máximo de conciencia, nos pone la responsabilidad de cargar con fuego nuestras sienes cada vez que nos atrevamos a darle a una palabra su forma material. De ahora en más debemos producir discontinuidades en el universo: demorar para siempre al transeúnte en la esquina; perforar todos los paraguas para que la gente jamás vuelva a olvidar el sabor de la lluvia; inventar vuelos verticales inversos para que la caída pierda su sentido; dibujar extremidades a las piedras y que éstas invadan nuestras ciudades hasta expulsarnos hacia los campos; liberar a todos los animales de los zoológicos; regalar armas de fuego a niños y a locos; atar rollos de papel higiénico en los paragolpes de los autos… crear un mundo inverosímil, donde no haya lugar para el hombre. Después de todo, estamos destruyendo el mundo. Entonces, deberíamos destruirlo de la mejor manera posible.
(continuará…)
25/3/10
Lo que dura un susurro. Micrónicas del 24 de marzo
Un instante... algunos segundos, quizá menos que un minuto. Eso dura un susurro. Entonces, los párrafos siguientes consisten en impresiones, breves (micro) crónicas acerca de mi participación como susurrador en la marcha del 24 de marzo. Pero antes, una pequeña explicación. Un susurrador es un tubo de cartón de dimensión variable, posee dos orificios: por un lado entran palabras, por el otro sale un poema. El resultado de ese breve proceso es una conexión, ínfima o infinita, entre la persona que susurra y quien recibe como obsequio el susurro. Y no sólo eso, como suelen decir los manuales de química, la materia - y su equivalente a grosso modo, la energía - se transforma. Por consiguiente, ninguno de los participantes de dicha transformación vuelve a ser el mismo. Sus vidas han cambiado para siempre, aunque probablemente ellos no lo saben.
Ahora sí, las micrónicas...
- Una pareja viene caminando por la vereda, él es canoso y tiene los pelos parados hacia los costados, como Christopher Lloyd en Volver al Futuro o el personaje que hacía Julián Weich. Además usa lentes de sol colorados como los de Lennon. Me le acerco pero él no quiere, me dice que mejor le susurre a su compañera que es extranjera. Susurro un poema de Benedetti y ella sonríe, no sé si me entendió. El Dr. Emmett Brown me ofrece cuatro pesos en señal de agradecimiento. Le digo que no, gracias. Él insiste.
- Una nena marcha de la mano con su mamá, al ver mi susurrador se acerca corriendo, da saltitos y me pide que le susurre algo. Yo busco y rebusco: todos mis poemas son sombríos, hablan de pérdidas o ausentes, son palabras de personas muertas. De pronto, ¡zas! un fragmento de Carlos Aiub. Se lo leo:
por todo eso
por lo que va a venir
por lo que buscamos
por todo eso
te quiero.-"
La nena se pone colorada - alcanzo a distinguir - y se vuelve corriendo, como vino. Me siento fugazmente Halegre de haber hecho bien.
- Me acerco a un hombre - mayor - que sostiene un panfleto con una foto de la presidente. Le pregunto si quiere un susurro y él acepta, aparentemente sin entender del todo de qué se trata. Inmediatamente después de ser susurrado me pregunta:
- A ver, vos que parecés un tipo amplio, decime ¿y quién se acuerda de los jubilados? Yo pienso en mi abuelo, pero no sé cómo contestarle. Luego de una conversación de 20 minutos acerca de la realidad política, me dice que su nombre es René y que lo disculpe por haberme retenido tanto tiempo.
- Una mujer acepta que le susurre. Le regalo un poema de Dardo S. Dorronzoro que habla sobre un techo que cae y un perro que no saluda a nadie, ni reza, pero llora porque éste es un mundo de mierda. En los ojos de la mujer distingo dos pájaros de sal y de lluvia. Ella me toma la cara con sus manos y me da un beso en la mejilla. Creo que jamás la olvidaré.
16/3/10
encuentro
Al cruzarnos nos miramos invisiblemente, para luego perdernos, cada uno de nosotros, en nuestra propia ciudad.
antü | quince
10/3/10
el fish
2/3/10
(02/03)
24/2/10
paradigmas
Unos, los usuarios de las libretas, tienen todas sus anotaciones anilladas y en perfecto orden. Pueden volver a ellas siempre que quieran e incluso numerar las páginas. Los otros, en cambio, andan por la vida con las hojas sueltas. Éstas no caben en cualquier bolsillo; se hace necesario un sobre o varios para guardarlas y el riesgo de que alguna hoja se pierda es constante. Pero está bien, porque estas personas, temerarias, no temen por sus palabras y pueden usar cualquier papelito para anotar sus pensamientos.
Dedicado a Aimé, quien va por la vida escribiendo en hojas sueltas y papelitos (y eventualmente perdiéndolos).
22/2/10
Acotaciones (más al margen)
- Diálogo imaginario, pero posible:
- Che, y vos ¿a qué te dedicás? - No, bueno, en realidad yo dibujo cosas que no existen.
- Me hice amigo de un pichicho por tres cuadras. Él era negro y viejo, y estaba rengo. Cuando me dejó le dije: Adiós Dago, jenízaro negro! Lo llamé así porque me recordaba al personaje de las historietas que leía con mi abuelo.
Sólo el cuerpo de Dago era lo que estaba arruinado por la calle y las noches. El espíritu se le notaba joven, fuerte y salvaje, como a mi abuelo.
- Cuando era más chico quería ser una langosta. Me parecían super geniales: verdes, aerodinámicas y capaces de dar grandes saltos. Quise ser una langosta hasta que me di cuenta de que vivían poco tiempo y que los nenes se divertían arrancándoles las patas.
Ahora que soy más grande (un poco, no más) quiero ser profesor. Pero a los profesores también les arrancan las patas.
- Momento ultra cursi de mi vida: ir caminando por 27 de abril o La Cañada una mañana nublada, mirar los edificios, alguna casa vieja o a la gente que espera el bondi; pensar: la ciudad es hermosa, nada puede salir mal.
- Voy al super, comparo precios, suspiro y comento con mi papá que sí, que se está yendo todo al carajo. Definitivamente me estoy convirtiendo en una vieja del Bajo Flores, cada vez más.
- A# escribió un cartelito y lo pegó: "Por favor no me robe el sillón. Gracias =)". Sí, la vida debería ser así, tan.
- Me dijo muchas cosas: que se llamaba Rubén pero le decían El Lobo. Me dijo que no se rescataba porque amaba la calle y que en realidad podía irse de allí en cualquier momento, ya que podía viajar con la mente. Rubén tenía la mirada brillante, como un soñador o como un niño. No volví a verlo, siempre paso por ahí pero no. Creo que realmente era un lobo y que podía viajar con la mente.
- Hay dos personas con las que siempre termino hablando del mar. Una de ellas vivía cerca de la playa y su pelo debía oler a sal o a luna. La otra lo añora tanto como yo. Pero no sé a qué olemos, quizás a distancia o ausencia.
11/2/10
Presentación Gran (2)
6/2/10
27/1/10
el regreso del Yeti
- crear una editorial independiente, en realidad pequeña... bueno, más bien ínfima
- hacer teatro
- limpiar debajo de la cama
- llevar adelante el proyecto: comando surrealista
- pintar más
- experimentar con mi barba
- hacer, junto con A*, remeras con ilustraciones
- formar una banda
- aprender a tocar algún instrumento para poder formar una banda
- comprar una funda para mi Olympus Trip 35
- ir a ver a Kusturika, si es que viene como dicen
- hacer más artesanías con nueces (es el negocio del futuro, lo sé)
- ser honesto conmigo mismo y, por lo menos, intentar alguno de los ítems anteriores