15/6/09

Apología


Así como el frío nos lanza violentamente hacia la estufa o hacia otros brazos, del mismo modo la incertidumbre nos deja secretamente perplejos. ¿Por qué dudamos? ¿qué nos demora en los portales cada vez que salimos o regresamos de la vida?
Suele suceder(me): llega ese momento extremo del día, la hora anónima cuando cualquier certeza cae del pedestal. Y los interrogantes son heridas, abiertas como ojos en la piel.

-No hay persuasión posible.

Practicar un fundamentalismo de la desconfianza. Dudar de todo, como Descartes (incluso dudar de Descartes).
Los honorables representantes no tienen la menor idea de qué hacer (ni cómo hacerlo); a La Nena no le gustan sus tetas nuevas (al novio tampoco); los caniches están hartos de ser llevados en brazos como carteras, desean correr libres y practicar el canibalismo más atroz.
Creemos necesitar una relación estable, una casa cómoda trabajo bien remunerado carrera con futuro celular de última generación tiempo para nosotros la fe intacta evitar el descenso (a los infiernos) seguridad salud prepaga cocina limpia comida thai redistribución de la pobreza (err de la riqueza) conexión wi-fi oportunidades sexo arte comprometido tasa fija de interés un poquito de amor que alguien nos entienda... por lo menos que nos escuche.

-Es (auto)destructivo.

Para qué engañar-me, no sé si la soledad de hoy es mayor a la de ayer, o viceversa. De nuevo en el portal, te miro y me pregunto si, aún reteniéndote un par de minutos más, lograremos escapar a tanto desencuentro. De un lado o del otro de las relaciones, la incertidumbre nos atropella. Da lo mismo deambular por la vida - transeúntes del cariño -, con las manos en los bolsillos, queriéndonos furtivamente cada vez que sea posible; atentos a los indicios más minúsculos: volvió con su ex, regresa a su casa por el fin de semana, sale con el grupo de amigos... y así andamos, buscándonos a tientas. Crustáceos en la noche profunda.
No existen muchas diferencias del otro lado (siempre un otro-lado). Juntos, cómplices del mismo retrato: inmóviles... tocarse mirarse hablarse apenas. Cuando acaba(mos) el amor, cada uno en su costado de la cama; en plena oscuridad, las dudas clavadas en el techo invisible. El retrato se repite absurdamente... y así seguimos, una masa oscura nos va ocupando el cuerpo de a poquito. Nos aferramos al miedo, como los árboles se aferran al aire para no hundirse en el suelo.
Estoy de este lado de la puerta. Ya no sé si seguiste tu camino hace algunas horas o muchos meses atrás. Sos una u otra "vos", no importa.

-Elegir el vértigo.

Aunque nunca nada sea seguro, aunque siempre estemos desgarrados en alguna parte, es posible (y quiero) optar por la incertidumbre. Hacernos una doble piel, sentir al máximo la vibración del invierno cuando caminamos solos. Imponer un poco de esperanza a las lágrimas anónimas de la noche. Abrir el libro a la mitad de la historia y prolongarla. Mirarnos sin máscaras, como nunca lo hicimos. Suspendidos en el instante eterno de volver a encontrarnos.




antü | hoy


5 comentarios:

Anónimo dijo...

Podría decir(te) tantas cosas que no sé por donde empezar. Son sentimientos semejantes. Me gusta: 'la incertidumbre nos atropella', entre otras tantas,(sí podés escribir mucho, viste). Es triste pero real (o eso me propongo pensar). Sólo sé que no puedo responder al porqué dudamos, como a tantas otras cosas, soy una más de esos que andan a tientas esperando un spot de revelación o quizás esperando que no nos encuentre y desnude (inevitablemente y consecuente). Just me, Jude.

P. dijo...

Estoy de nuevo frente a esta ventanita con una (buena) impresión y pocas palabras. Pienso que mejor sería no decir nada, pero no podrías saber que pasé por acá y me vi, una vez más, invadida por algún escrito tuyo, que (aunque tuyo), me lleva a lugares muy míos, a través de tus palabras, algunas de las que nunca me salieron, pero están de nuevo acá, haciendo visible letra por letra muchas cosas que alguna vez sentí, pensé, viví. No sé, visto de este modo es una lectura egoísta, pero no puedo evitarlo. Hablás de esas cosas, esas justamente, y aunque podría felicitarte e irme, prefiero decirte (con todas estas inútiles palabras) que las tuyas me llegaron. A veces eso está bueno.

Anuar dijo...

Anónimo (no tan anónimo) y P: sí, está bueno. A veces esa lectura egoísta o emocional justifica que estos textos persistan, y no sean tan transeúntes.

Anónimo dijo...

Qué necia soy, pero te lo vuelvo a repetir, me encanta la música. Esta música Negra enmarca perfecta este tipo de textos. Denso humo de cigarro en bar de Nuevo Orleans, la silueta de Otti Radding apenas se distingue a la distancia, nadie lo ve, pero todos lo escuchan, tú en la mesa del rincón en un monólogo íntimo pariendo este texto.

Crustáceos de la noche profunda; un solo pronombre hubiera hecho de este escrito lo perfecto para mí.

Malobra

Anuar dijo...

cuál pronombre,Malobra?