24/2/09

Como el gol de Caniggia a los brasileros en el mundial del noventa


Así podría describir el resultado del coloquio que rendí hoy. Salímos desconcentrados y el rival complicó de entrada. Supimos aguantar con uñas y dientes el resultado, y concretamos las oportunidades que tuvimos. El equipo no jugó bien, pero se cumplió el objetivo (sic). Estamo' contentos porque necesitabamos reencontrarnos con el gol.
Ah, y un saludo para todos los que me conocen.


Dejo el videíto del gol antes mencionado. Para los nostálgicos, vio.

22/2/09

El malo de la película


Andres: - ¿Has ido al zoológico? ¿está bueno?
Anuar: - Sí, hace unos años. Es deprimente. Está muy descuidado y los bichos andan todos tristes . It's a very sad place -dijo, dirigiéndose a Caroline, la chica belga de intercambio - just like a hospital.

La situación es la siguiente: estoy estudiando gramática - muy a mi pesar - cuando llegan Andres, su novia Belen y Caroline. Los veo felices, es un día precioso para salir a pasear. Caroline está pasando el fin de semana en Córdoba y mis amigos van a mostrarle la ciudad. Andrés me cuenta de un partido de tenis que, "por cuestiones de fuerza mayor", no puedo ver; recién van por el primer set. Luego me pregunta por el zoo; y yo, bestia peluda sin sentimientos, usando mi inglés de pandillero portorriqueño del Bronx, lo comparo con un hospital.
Cinco minutos más tarde ya se han ido los tres, quién sabe a dónde. Quizá al paseo del buen pastor o al museo Evita (podría haber dado apreciaciones similares a la del zoo sobre aquellos lugares). Dudo que vuelvan a preguntarme sobre algún sitio de interés en esta provincia o en Bombay.

Es lo que pasa - me digo a mí mismo - cuando uno se siente tan al límite que no le importa nada. Ni siquiera quedar como el único mala onda del país ante una visitante extranjera que no puede dejar de notar lo simpáticos y amables que somos los argentinos (sic). Y no se termina ahí. Hoy es uno de esos días en los que, sin arrepentimiento ni culpa, podría salir a la calle a provocar desmanes de todo tipo. Como ser: explicarle a cada infante menor de 5 años por qué Papá Noel no existe; llamar a cualquier compañía de cable y hacer preguntas durante media hora sobre un servicio que ni pienso contratar; pararme en la puerta del cine y contar el final de cada película con lujo de detalles (inventaría un final distinto cada vez) ; recortar avisos fúnebres y repartirlos en sobres rosados, como si fueran cartas de amor.
¿Y todo eso por qué? Porque sí. Porque es domingo y estoy aburrido. Porque la muerte debería ser tan romántica como los días festivos que nos proponen los shoppings. Porque ver a un animalito encerrado y lejos de su hábitat natural NO ES DIVERTIDO (ni siquiera es educativo). Porque es más valioso recibir un regalo de nuestros padres que de un sujeto nórdico con problemas de sobrepeso. Porque la televisión nos atrofia la imaginación y la capacidad de pensar. Pero, por sobre todas las cosas, porque cuando se está de mal humor, no hay nada más sencillo que descargar toda la mierda sobre los demás.

10/2/09

fragmento de un fragmento


Mi lugar preferido del parque Sarmiento (esto va a sonar bizarro) es donde está el puesto de choripanes del Dante (ahí arriba, cerca de la escuela... sí, soy pésimo para las descripciones geográficas). No es que sea un fanático del chori; no, en realidad lo que me gusta de aquel lugar es que está en un punto más elevado "a nivel del mar" (?) y desde allí se puede observar parte de la ciudad, más abajo. Es un mar mudo de luces que jamás termina. De noche me imagino a todas las personas que regresan a sus casas luego de un día agitado... todos esos seres anónimos, perdiéndose en la oscuridad, doblando por alguna esquina que jamás conoceré.
Hay un momento en el día en el que cada uno de nosotros deja de existir. Alguien, sin saberlo, nos observa desde lo alto, pero no puede imaginarnos. No es capaaz de concebirnos, con nuestro cansancio y nuestros pensamientos a cuestas. Simplemente desaparecemos cuando aquel transeúnte nos da la espalda. Del mismo modo, la ciudad se desvanece a mis espaldas cuando abandono el - de ahora en más - "mirador de los choripanes".