Andres: - ¿Has ido al zoológico? ¿está bueno?Anuar: - Sí, hace unos años. Es deprimente. Está muy descuidado y los bichos andan todos tristes . It's a very sad place -dijo, dirigiéndose a Caroline, la chica belga de intercambio - just like a hospital.La situación es la siguiente: estoy estudiando gramática - muy a mi pesar - cuando llegan Andres, su novia Belen y Caroline. Los veo felices, es un día precioso para salir a pasear. Caroline está pasando el fin de semana en Córdoba y mis amigos van a mostrarle la ciudad. Andrés me cuenta de
un partido de tenis que, "por cuestiones de fuerza mayor", no puedo ver; recién van por el primer set. Luego me pregunta por el zoo; y yo, bestia peluda sin sentimientos, usando mi inglés de pandillero portorriqueño del Bronx, lo comparo con un hospital.
Cinco minutos más tarde ya se han ido los tres, quién sabe a dónde. Quizá al paseo del buen pastor o al museo Evita (podría haber dado apreciaciones similares a la del zoo sobre aquellos lugares). Dudo que vuelvan a preguntarme sobre algún sitio de interés en esta provincia o en
Bombay.
Es lo que pasa - me digo a mí mismo - cuando uno se siente tan al límite que no le importa nada. Ni siquiera quedar como el único mala onda del país ante una visitante extranjera que no puede dejar de notar lo simpáticos y amables que somos los argentinos (sic). Y no se termina ahí. Hoy es uno de esos días en los que, sin arrepentimiento ni culpa, podría salir a la calle a provocar desmanes de todo tipo. Como ser: explicarle a cada infante menor de 5 años por qué Papá Noel no existe; llamar a cualquier compañía de cable y hacer preguntas durante media hora sobre un servicio que ni pienso contratar; pararme en la puerta del cine y contar el final de cada película con lujo de detalles (inventaría un final distinto cada vez) ; recortar avisos fúnebres y repartirlos en sobres rosados, como si fueran cartas de amor.
¿Y todo eso por qué? Porque sí. Porque es domingo y estoy aburrido. Porque la muerte debería ser tan romántica como los días festivos que nos proponen los shoppings. Porque ver a un animalito encerrado y lejos de su hábitat natural
NO ES DIVERTIDO (ni siquiera es educativo). Porque es más valioso recibir un regalo de nuestros padres que de un sujeto nórdico con problemas de sobrepeso. Porque la televisión nos atrofia la imaginación y la capacidad de pensar. Pero, por sobre todas las cosas, porque cuando se está de mal humor, no hay nada más sencillo que descargar toda la mierda sobre los demás.