28/4/09

Argentina, país federal (?)


Sí, sí. Esta debió ser una de tantas propuestas muy copadas de la feria del libro en Buenos Aires. Y yo me la perdí por diversas razones, a saber: vivo a más de 500 km, no cuento con medios económicos suficientes como para viajar (digámoslo "a calzón quitado": no tengo un mango), obligaciones estudiantiles varias, entre otros motivos - más patéticos y menos trágicos. Federalismo, mis polainas.

21/4/09

clochard


a veces me siento como un clochard: sin hogar aparente ni rumbo fijo. Un vagabundo que observa - sin apego - a quienes lo rodean.
No sé por qué, pero para mí los vagabundos siempre existen en el presente. Los encuentro en algún banco de plaza, o soñando apretados contra un rincón, despojados del pasado, sin futuro aparente (el clochard de hoy es otro clochard mañana - o el mismo - , nuestra indiferencia los disuelve en un solo estereotipo). Y en ese mirarnos brevemente, el olviddo es mutuo e instantáneo. Yo sigo mi camino hacia ninguna parte, el se queda ahí. Está ahí, vive ahí. Quizá no tiene lugar donde ir ni donde volver. El es su propio lugar, su propio tiempo. Pero yo, en cambio, ¿adónde voy?¿de dónde vengo? Quizá soy yo el que anda a la deriva, entre tantas certezas.

5/4/09

2/4/09

Días como éste (2)


…en los que me dan ganas de mirar los tres estantes de la biblioteca, elegir los libros que más quiero, acariciar sus páginas amarillas de tiempo y, en un ataque súbito de locura, arrojarlos a todos por la ventana, bien lejos. Es el olvido o la muerte… arrancarme la piel desde adentro, realizar el más terrible de los sacrificios. Quemar el resto de los libros que compré por obligación o interés; bailar alrededor del fuego como en un ritual satánico. Correr a la librería más cercana y comprar las obras completas de Osho y Bucay. Llegar a casa e instalarlos sobre las cenizas de las palabras que amé alguna vez. No es suficiente, debo traicionarme hasta el asco, quebrar la resistencia más ínfima. Y luego, parado en el centro de la nada, frente a la biblioteca, contemplar toda la sabiduría que me enseñará a ser feliz. Es cuestión de tiempo… unos segundos para volver a la ira visceral, proferir el más crudo de los gritos, derribar a Osho y a Bucay de sus pedestales, arrancar las páginas de sus libros con los dientes, escupirlos, mearles encima, pisotearlos, bailar sobre los despojos de la felicidad. Dirigirme hacia la ventana, abrir las celosías, dar paso al gran viento que se llevará todo: las palabras muertas, los restos de la ira, la felicidad y el tiempo. Nuevamente desde la nada, escuchar los sollozos de la ciudad, los martillos que repiquetean desde arriba desde abajo desde todas partes… -“tututututututtutututu” - ya soy un cuerpo rebotando al son del progreso, una molécula de carne que vibra secretamente.

De vez en cuando viene bien sacrificarlo todo, destruir el mundo en un arrebato irracional y ejecutar el exorcismo imprescindible de estar vivo. Pero lo mejor de todo es existir en esta ficción, esta mentira vil del lenguaje. Miro a mi izquierda; la bilioteca: allí están nuevamente las palabras amadas, la ira, la felicidad, el tiempo…